domingo, 21 de junio de 2020

El dia que maté un "ruiseñor"



Uno de los más bellos relatos cinematográficos sobre la inocencia infantil, la integridad moral y el racismo de la sociedad es la película de 1962 : Matar a un ruiseñor, dirigida por Robert Mulligan

Inolvidable el personaje de Atticus Finch.

Atticus le dijo un día a Jem: —Preferiría que disparases contra botes vacíos en el patio trasero, pero sé que perseguirás a los pájaros. Mata todos los arrendajos azules que quieras, si puedes darles, pero recuerda que matar un ruiseñor es pecado. Aquella fue la única vez que le oí decir que esta o aquella acción fuese pecado, y pregunté a la señorita Maudie al respecto. —Tu padre tiene razón —me respondió—. Los ruiseñores solo se dedican a cantar para alegrarnos. No estropean los frutos de los huertos, no anidan en los arcones del maíz, no hacen nada más que derramar su corazón, cantando para nuestro deleite. Por eso es pecado matar un ruiseñor”.









 
Hace 40 años , tras superar  el curso recibí como regalo  una escopeta de balines.Tras agujerear varias latas pequeñas de atún y algunas dianas decidí que ya estaba preparado para salir a cazar.

Con la inmadurez propia de los 14 años me sentí orgulloso de abatir varios gorriones hasta que sucedió algo que  aún recuerdo. Era un día típico del seco verano extremeño ,soleado y cálido.  Así que aquella mañana,  temprano,  me dispuse a poner a prueba mis dotes de cazador.

Tras algunos acechos infructuosos , a unos 25 metros vi algo revolotear en un bajo chaparro; arrastrándome con sigilo conseguí avanzar unos metros sin alertar a la presa . Era una preciosa pareja de jilgueros y tenia línea de tiro limpia. Estaban posados muy juntos ,prácticamente uno al lado del otro. Levanté la escopeta , contuve la respiración y,  tras un segundo eterno disparé al más cercano.
A través de la mira telescópica vi como había errado el disparo al primer jilguero pero el segundo había caido.

Mientras me acercaba corriendo disfrutaba de una dulce sensación ,parecida a la de un joven que ha superado el rito iniciático y ya es digno de acompañar a los cazadores adultos  de la tribu. Pero lo que encontré fue algo mucho peor que un inocente pajarillo muerto. El balín le había arrancado casi de cuajo el pico y agonizaba sangrando profusamente por lo que quedaba de él.  

No puedo borrarme esa imagen de la cabeza , si pudiese retroceder en  el tiempo reconocería ese chaparro y esa rama sin dudarlo.

 
Tras un acto de piedad...  enterré al pobre pajarillo y volví a casa reflexionando sobre lo acontecido.
Ese día comprendí que a veces perdonar  una vida es más difícil que ejecutar una sentencia . Colgué la escopeta y nunca más disparé a un ser vivo con ella.

Ese tiro errado me demostró lo ilusoria que es la sensación de control sobre nuestras vidas ,que cuando menos te lo esperas te llevas una hostia a mano abierta que te deja tirado  en el suelo sangrando por la boca y los mas paradójico es que a veces ni te la mereces ni era para ti.

La casualidad, el azar,  o como lo queramos llamar vino en mi auxilio. Un disparo fallido contra la maleza,   o plenamente certero no hubiese tenido las mismas consecuencias . Me proporcionó un mártir que salvó la vida de muchos otros y agitó mi conciencia.



 


Ojalá George Floyd sea ese jilguero que muchos necesitamos  en nuestras vidas.